Guión de Mesías: Episodio 6, Parte 3
MARCUS H. MARTINS: Y ellos están llorando, nadie dice ni una palabra… Y Él percibe, como sólo un Dios lo puede hacer, que ellos quieren que Él se quede un poco más con ellos. Ellos quieren que Él haga los milagros que… ellos esperan que Él haga.
JOHN W. WELCH: Él les dice: Yo me iba a ir, pero quedémonos y hagamos más. Incluso los cojos y los ciegos estaban allí. Un evento extraordinario, casi como accidental. Ellos no sabían que Él iba a estar ahí. Ese día ellos habían venido por su propio albedrío, convocados en el templo, esperando saber que debían hacer. Él los llamó y les pidió que vinieran al templo. Ahora, ellos no ponían el nombre de la gente en listas para oración, ellos habían venido directamente al templo, desde todas partes. Y Jesús los sanó uno a uno. (véase 3 Nefi 17:5–9).
MARCUS H. MARTINS: Él le pide a la multitud que traigan sus hijos hacia Él. Y entonces la multitud abre un pequeño círculo alrededor del Salvador y ellos traen a todos sus pequeños y los colocan a los pies de Jesús.
JOHN W. WELCH: Jesús entonces, y esto casi siempre lo pasamos por alto, ofrece una oración muy solemne en nombre de los padres. Y las palabras no pueden expresar lo que Él oró en su nombre. (see 3 Nephi 17:21).
MARCUS H. MARTINS: Se nos dice que Él ora usando palabras maravillosas, tan hermosas, con tanta majestuosidad y poder que las palabras de su oración no se pudieron escribir. Después de esto Jesús llora, ¡lo que es muy interesante! Es la reacción de un ser resucitado, un miembro de la Divinidad. Aquí está el Dios de Israel, el Dios de toda la tierra y está llorando. Y Él dice que es por la fe de la gente y luego Él toma los niños y les bendice nuevamente uno por uno y cuando termina de bendecir a los niños le dice a la multitud que contemplen a sus pequeños. Y cuando ellos hacían esto los cielos se abren y ángeles, seres glorificados, bajan del cielo y rodean a los pequeños y le ministran (véase 3 Nefi 17:20–23).
Y la multitud vio esto. Mormón no nos dice si ellos pudieron escuchar lo que los ángeles estaban ministrando a los pequeños, pero lo que sabemos, es que dos días después, en el tercer día de la visita del Salvador entre los nefitas y los lamanitas, él causa que los pequeños y aún hasta los bebes hablaran y de acuerdo a Mormón hablaron palabras maravillosas. Y dicen que fueron tan grandiosas las palabras enseñaron y es muy significativo también que los hijos hablaron estas palabras a sus padres y madres, en lugar de sólo a sus padres. Y las palabras fueron tan maravillosas que no las pudieron escribir. Mormón específicamente declara que aún los bebés pudieron hablar. (véase 3 Nefi 26:16).
Ahora tal vez esto fue un efecto del ministerio de esos ángeles, pero ciertamente muestra que en el reino de Dios los niños no quedan en un segundo plano ni son ciudadanos de segunda clase. Ellos están en el centro de grandes milagros y palabras. Es una escena muy conmovedora y nos abre una ventana a lo que acontece en el corazón del Salvador cuando considera la fe y la pureza de su gente.
MONTE NYMAN: Este es probablemente uno de los capítulos favoritos de muchas personas que leen el Libro de Mormón. Muestra Su amor y respeto por los pequeñitos y de cómo nosotros debemos amarlos y respetarlos. La inmensa responsabilidad que tenemos como padres y madres en Israel. El capítulo 17 puede llegar a ser el epítome del amor que Jesús tiene hacia nosotros como sus hijos a quienes adoptó espiritualmente, como lo aprendemos en Mosíah 5 y 7, si venimos a Él.
JOHN W. WELCH: Tanto en el antiguo como en el nuevo mundo Él pidió que le trajeran a los niños, porque es solamente si nos volvemos como niños pequeños que podemos dejar al hombre natural y permitir que la sangre expiatoria de Cristo tenga pleno efecto en nuestras vidas.
KENT BROWN: Para aquellos que no creen en la resurrección física, tienen que enfrentarse a este mar de testigos que hay. La gente que dice, «Nosotros le vimos.» Y me parece a mí que es un trabajo casi imposible. Usted realmente tendría que ser deshonesto con el texto, deshonesto con los registros que están al frente nuestro.
JOHN S. TANNER: Yo veo esto como una historia de crecimiento, una historia de cambio. Vemos apóstoles temerosos cuando Jesús fue arrestado, pero se aminaron y fueron por todo el mundo.
JUAN HENDERSON: Cuando Él vino se les apareció a los apóstoles y les dijo que deberían esperar la promesa del Padre que habría de venir a ellos antes de que empezaran su ministerio. Y aconteció que los apóstoles se encontraban reunidos en el lugar de la cena cuando escucharon el sonido de un viento recio sobre ellos. El Espíritu del Señor descendió sobre ellos y después de esto ellos salieron y Pedro predicó un poderoso sermón sobre el Señor resucitado y dijo cómo todos deberían arrepentirse y venir a Él. (Véase Hechos 2:14–39).
JOSEPH FIELDING MCCONKIE: En cada ocasión en que compartían el testimonio, compartían el testimonio de dos doctrinas. Uno es el hecho de que Jesús fue el Siervo Sufrido que tuvo que morir y ahora ellos tienen la confianza de explicar el mensaje de la cruz. Y la otra es la realidad de Su Resurrección porque son testigos oculares. Todo el paradigma de cómo enseñar el evangelio nace de esto.
JUAN HENDERSON: Pedro y Juan fueron al templo y encontraron a un hombre que estaba en las escaleras pidiendo limosna y era cojo de nacimiento. Y a diario se colocaba allí. Y sucedió que le pidió una limosna a Pedro y Pedro le dijo: «No poseo ni plata ni oro; pero todo lo que tengo te doy a ti: en el nombre de Jesucristo… levántate y anda». (Hechos 3:6). Y Pedro le extendió su mano, como si supiera que ya estaba hecho y él le tomó de la mano y lo levantó. Y todos los huesos de sus piernas y pies se fortalecieron y él empezó a saltar de alegría por el milagro que se había realizado. Usted no podría hacer esto a menos que sepa que la fuente del poder… está dentro de usted en ese momento.
JOSEPH FIELDING MCCONKIE: Y Pedro, en la posición en que él está sale a enseñar y dice: “Yo les testifico que Jesús es el Cristo. Y estas son las manos que coloque en sus heridas… en su costado y con las cuales yo lo abracé. Y estoy aquí para testificarles que fue real, que yo abracé al Cristo resucitado de la misma manera que lo hice en su ministerio, porque yo lo conozco”. Estas fueron las manos que sintieron y estos los ojos que vieron y estos los oídos que escucharon. Esto se vuelve tan profundo, se vuelve tan real. Es el poder que está en el testimonio de ellos. Es la veracidad de esto. Y en lo que se refiere a las cosas espirituales este evento se convierte en el evento más avalado en toda la historia de la tierra.
KENT BROWN: Nosotros le vimos, le vimos y… y le tocamos. Le vimos comer. Lo abrazamos. Para todos nosotros hay algo físico, palpable y atractivo en todo esto, que, que Jesús es real. Él vive y es mi testimonio que Él está con vida, que Él vive hoy en día.
GAYE STRATHEARN: Las palabras de Pablo a los corintios encierran la renovada esperanza que arde en los corazones de los primeros discípulos. Cuando las dos Marías y Salomé descubren que la piedra del sepulcro fue removida, cuando Pedro y Juan cuando corren a la tumba para encontrarla vacía y en los corazones de millones por todo el mundo cuando en esa mañana el ángel pronuncia quizás las más importantes palabras de toda la historia […] «Él no está aquí, porque Él ha resucitado». (Mateo 28:6).
La resurrección de Jesucristo, corroborada por los discípulos en el Antiguo Mundo, es igualmente confirmada por miles de testigos en el Nuevo Mundo. Cada uno testificando del triunfo del Salvador sobre la muerte a medida que ellos tocan sus heridas y él los bendice, uno a uno, con esas manos que aún tienen las señales de la crucifixión. Así como el mundo cristiano espera su segunda venida, a cada uno de nosotros se nos permite contemplar el día en que también veremos al Salvador Resucitado, el día en que cada rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Cristo.